El mabí seibano se constituye en un orgullo para su pueblo
Ese es el caso de El Seibo, que se conoce por su mabí, una bebida que ha refrescado miles de paladares desde su creación en el año 1883, con el mismo sabor y calidad que le caracterizaron desde sus inicios.
El Mabí Champagne Seibano se elabora a base de agua, azúcar y bejuco de indio y pasa por un proceso de fermentación secreto que su representante Ovidio Otto Morales no quiso revelar, porque asegura que muchas veces lo han querido copiar.
El tradicional empresario, que heredó la fábrica de sus antecesores, dijo que el proceso de cosecha dura entre uno y dos meses y obtienen entre 200 y 300 huacales por mes.
Generalmente aquí compran el mabí para hacer regalo, indicó Ovidio, quien con mucha simpatía concedió una entrevista a este diario.
Aunque la fábrica, un poco pequeña y pintoresca, se mantiene a la entrada de la citada comunidad, Ovidio, asegura que el Mabí Champagne Seibano se extrae en otro lugar.
En su interior conserva con orgullo la primera máquina de hielo que adquirió su predecesor en el año 1907 por 1,380 pesos, y que aún funciona.
Aunque ya no la utilizan, siempre la enciende para darle mantenimiento o hacerle una demostración a cualquier visitante.
Historia
La historia del mabí seibano tiene su origen en el siglo XIX, en una bebida llamada Pru, que era preparada por María Vallejo de Duvergé (Mamá Teté), esposa de Tomás Duvergé (fundador de la empresa).
El refresco gozaba del gusto y preferencia del pueblo y de las personas de todo el país que se dirigían a Higüey a visitar a la Virgen de La Altagracia. En ese tiempo no se conocía el hielo ni se envasaba en botella, por eso se servía en tazas, vasos y jarros a temperatura ambiente.
El líquido era endulzado con melao y en ocasiones con miel de abeja. Su calidad y popularidad mejoró más adelante con el uso de la azúcar negra y su embotellado. Sin embargo, su gran paso al éxito ocurrió a mediados del siglo XX, cuando Tomás Otto Duvergé abrió una fábrica de hielo y con ello el Pru pasó a llamarse mabí y a venderse frío.
Más adelante el negocio pasó de las manos de Valentina (la hija de Mamá Teté) a su sobrina Dolores Enésima, quien introdujo la azúcar blanca.
Cada pueblo tiene algo que lo identifica. Santiago tiene su Monumento, Constanza sus pirámides y Santo Domingo su Catedral. Pero las zonas no sólo se conocen por grandes estructuras y antigüedades, sino también por acciones innovadoras que permanecen en el tiempo.
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